viernes, 1 de julio de 2011

Maldito reo.

Me encontré conmigo mismo aquella noche sentado sobre el borde de las vías, apreciando la paz de los durmientes y admirando la prolijidad de los riles, con la melodía de la guitarra de aquel bohemio entregado a la libre moral e instruido, tal vez, por algún texto de Nietzsche, melodía desbordada de naturaleza mundana que hace renacer hasta los mas dolorosos sentimientos del alma, que atada al dolor y sufriendo por las dolencias del cuerpo físico de mis sueños desaparecidos, me instigo a llorar los mas duros momentos de mi vida. 
Camine los suburbios mas oscuros de la noche de mi Buenos Aires, mastique la amargura mas amarga de mi existencia, soporte tormentas turbulentas, me moje bajo la lluvia de algún desesperado otoño, pero creo que aun sigo vivo o por lo menos es la señal de aquel sol radiante que ciega mis ojos al caminar errante.
Explore la sociedad y también quise largarme mar adentro hasta perderme en las partes mas azules del océano, tirar mis penas por algún sitio profundo y glaseado y echarme a la libertad vital. 

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